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Tuesday, 24 February 2015

DESPUÉS DE LA HISTERECTOMÍA


Me cambió la vida. El hecho de que me quitaran el útero implicó más que la mera extracción de un órgano que "ya había cumplido su función". Días antes había repartido mi Chicago Manual of Style, mi sacapuntas electrónico, mi gato y mi departamento a José, Ana Linda, Óscar y Mauricio, a guisa de una broma macabra "por si no sobrevivía". En verdad había pensado en la posibilidad de que eso ocurriese, pasa todo el tiempo. Y la verdad es que sí morí. Algo cambió. Días antes a los días antes había estado escuchando música de celebrar el día de hoy porque no estamos seguros de si habrá un mañana y poco antes había llorado la oficial y definitiva defunción de mi juventud. Ya no importa cuántas veces me pinte el cabello o cuantas fórmulas caras o naturistas encuentre para retrasar la edad, ya es inminente. Llevo un rato buscando películas donde las protagonistas no sean jóvenes, que sean mujeres mayores que no protagonicen dramas tristes y trágicos, y he llegado a querer ser como Meryl Streep o Helen Mirren o Judy Dench. Son mayores, guapas, elegantes, presentan su edad como un regalo, con orgullo y clase y han hecho muchas cosas, son portavoces de causas importantes.
Soy editora y hago libros de texto para escuelas públicas. Me gusta pensar que de algún modo realmente ayudo a que alguien llegue un poco más lejos y pueda alcanzar o estar más cerca de sus sueños.
Decidir que mi útero saliera no fue fácil, fue circunstancial, aunque llevaba un año considerándolo, fue disparado por el dolor físico y definitivamente por la temporalidad. Me molestaba pensar que solo porque ya no iba a tener hijos ya debía salir. Pero un día el dolor me dobló y no había trabajo urgente sino hasta dentro de un mes y medio. Realmente no sabía que el útero solo es una bolsita para contener al bebé hasta que nazca, no había hormonas involucradas, aunque todavía no investigo bien qué más hace. Pero el doctor me aseguró que las hormonas, el cabello, la piel, la libido, la creatividad y hasta el ánimo eran regulados por algo que todavía conservaría: mi ovario. Suspiré y me decidí.
Pero lloré. Óscar es más joven, no mucho, pero de todos modos. El sexo es importante para él (¿y para quién no?) ¿Y si ya no quería yo nada? ¿Y si ya no sentía nada? ¿Y si tardaba mucho en volver? ¿Y si me veo muy anciana después? ¿Qué? Soy vanidosa. Después de años finalmente me gusta lo que veo en el espejo.
En el trabajo había estado muy estresada y ni cuenta me había dado. Estaba desarrollando un fino sentido de la amargura. Después de dormir casi un par de días con sus noches, estaba tan descansada y tan contenta de estar de vuelta en esta vida y mantener mi manual, mi sacapuntas, mi gato y mi departamento con todo y mis libros que olvidé estar de malas. Estaba feliz de ver que había mucha gente deseando mi recuperación en Facebook y aunque haya quienes digan que no es lo mismo que la gente esté de verdad ahí, leer sus comentarios seguido, sus bromas, su ánimos era igual de reconfortante y creo que sirvió mucho para borrar mis arrugas. El suero es una bendición, como tiene los nutrientes necesarios, la piel y el cabello y las uñas brillan y están mejor que nunca. Y bueno, si no fuera por el dolorcito, la aguja, las entradas de las enfermeras a tomar la temperatura y la presión (eso sí, siempre muy lindas y amables) parecería que estaba de verdaderas vacaciones. No hay horarios, no hay deadlines, no hay prisas en el metrobús ni en el tránsito, todo es paz y sorpresa como flores y visitas. Óscar puede llamar y aunque su primer visita fue fallida, la segunda fue mejor. Hubo enfados y disgustos, sí, pero esto se concentra en los cambios en mí (porque supongo que cada mujer es diferente) después de la histerectomía.
Me sorprende las ganas que tengo de volver a trabajar, lo mucho que disfruto una taza de té en mi balcón en la mañana y al atardecer. Lo mucho que gozo cocinar mi comida, estar sola y disfrutar el silencio, la calma, a mi gato, mi libro, la tele, las llamadas, los textos, los mensajes. Me sorprende las ganas que tengo de barrer, trapear, lavar la ropa y sentarme a escribir, a leer, a ver películas y a dejar la vida correr sin horarios. Si puedo o no dormir no importa, no tengo que levantarme al otro día. Disfruto escuchar a mi hija en el teléfono y hasta a mi mamá. Extraño a Mau.
Pero ahora ya no me da miedo la vejez. Incluso la espero. Quiero ser una editora buena, confiable, respetada y con mucha autoridad. Quiero ser como Helen Mirren, una exitosa y hermosa mujer con cabello blanco, con arrugas en los ojos y en la sonrisa, sobretodo en la sonrisa.

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Palabras que fluyen, huyen y en algún lado tienen que acabar.