LOS BESOS QUE SE QUEDARON ATORADOS

Teníamos que hablar.
Teníamos que acordar.
Teníamos que decidir.
Pero yo me la pasaba viendo tu boca.
Y tú la mía.
Y me tocabas con el pulgar la palma de la mano.
Y luego yo tocaba la tuya con el mío.
Y fingíamos no saber qué hacer.
Pero las manos, los ojos, las bocas sabían lo que querían.
Y me dejaste en la puerta.
Y apenas nos rozamos con los labios.
(Gran mentira sí nos besamos con pasión minutos antes.)
Y nos faltaron muchos, pero muchos besos.
Mil siguen siendo pocos.